sábado, 3 de octubre de 2015

Leyendo el Quijote. Reflexiones (Capítulos IX-XIV)




He de decir que nunca pensé que me iba a gustar el Quijote tanto como lo está haciendo. Siguiendo con la lectura, desde el capítulo 9 hasta el capítulo 14, se nos presenta la segunda parte de la primera parte de la obra. Se nos despliega, además, un escenario distinto con toques de locus amoenus y paraíso terrenal. Todo un ambiente pastoril que nos recuerda a aquellos escenarios literarios donde un pastor o un grupo de pastores canta(n) a su amada o amadas en un paisaje totalmente idílico, natural y lleno de paz, que es, por otra parte, uno de los grandes tópicos literarios que completan el Renacimiento. Pero vayamos por partes y analicemos capítulo por capítulo en esta segunda parte, ya que debemos recordar que la presencia de don Quijote y Sancho Panza modifica este paisaje tan idealista y natural.

En el capítulo nueve y en el capítulo diez no nos encontramos elementos pastoriles dignos de mención y análisis, ya que mayoritariamente dedican su contenido a resolver el conflicto del capítulo anterior y a ceder la voz a Cervantes. Ya en el capítulo nueve se nos presenta una técnica literaria usada por el autor para expresarnos que la obra que estamos leyendo no es original suya: la técnica del manuscrito encontrado. Usando este tópico técnico, Cervantes atribuye la obra a un tal Cide Hamete, un moro que parece ser el verdadero autor del Quijote. Él solo se limitó a comprarle a un mozo unos cartones donde venía la historia y a pedirle a un morisco aljamiado que se los tradujese, ya que estaban en árabe. Otro componente más para afirmar que el Quijote es una novela moderna y Cervantes un escritor inteligente y prudente. Tras el inciso, se nos presenta el desenlace de la batalla entre nuestro loco protagonista y el vizcaíno: don Quijote gana el combate y le perdona la vida a su adversario, con la condición de que vaya al Toboso a rendirle merced y voluntad a su amada Dulcinea. Y con este breve final, pasamos al capítulo diez, donde caballero andante y escudero se dedican a charlar animadamente por el camino. Pero es en este episodio donde yo he encontrado muchas cosas interesantes. Empezando por el título, que no se corresponde con el contenido del capítulo. Según reza la entradilla, el tema central de la historia número diez tiene que ver con unas aventuras más con el vizcaíno y con unos yangüeses (habitantes de Yanguas, en la provincia de Soria). Sin embargo, la aventura del vizcaíno ya ha concluido y el encuentro con los yangüeses no se produce hasta el capítulo XV o 15 (tercera parte de la primera parte). Esto es un ejemplo claro de que Cervantes alteró la historia original, o al menos, el orden. Una vez más vemos, en este caso en este capítulo, la ambición de Sancho. Preocupado por su amo, le anima a curarse las heridas, a lo que don Quijote responde que él mismo sabe hacer bálsamo de Fierabrás, capaz de sanar la herida más grave. Al oír esto, Sancho no se conforma con gobernar una ínsula, sino también quiere saber la receta de tan poderosa poción para poder venderla. Todo ello bañado del humor al que nos tienen acostumbrados nuestros protagonistas cuando hablan de camino a algún lado, como por ejemplo cuando don Quijote ve rota su celada y ''pensó perder el juicio'' (clara ironía a unos sesos que más exprimidos no podían estar). 

En el capítulo siguiente, el once, entramos de lleno en el ambiente pastoril del que antes hablaba. Don Quijote y Sancho deciden descansar en el refugio de unos cabreros, que los invitan a entrar. Asistimos en primera persona a uno de los famosos discursos de nuestro caballero andante, esta vez relacionado con la brillantez de la Edad de Oro (cuando el hombre vivía en armonía con la naturaleza y gozaba de su libertad al principio de los tiempos) frente a la Edad de Hierro (en la que actualmente están, llena de prejuicios y limitaciones). Claramente, me he dado cuenta de que don Quijote mezcla los dos tipos de locus amoenus que se nos pueden venir a la mente: el primero, y el más lógico, el paisaje ideal donde todo hombre permanece en un lugar idílico, natural y tranquilo; el segundo, la nostalgia de aquel ''lugar ideal'' que echamos de menos y ya no está (un locus amoenus también puede referirse a un lugar que echemos de menos, ideal para el amor, como dijo en su día Ángel González). Y así, vemos como nuestro protagonista pone de manifiesto la degradación humana que cada vez notamos más. Tras la cena, asistimos de nuevo a otro pasaje digno de recordar por su carácter amoroso y pastoril: el cabrero Antonio, acompañado por un instrumento musical, deleita a sus invitados con una canción que habla de sus amoríos con una tal Olalla o Eulalia. Pero parece ser que el idealismo no va mucho con Sancho, que se queda dormido (es obvio, es el personaje realista). 

La atmósfera pastoril sigue con el capítulo doce, donde un pastor acude al refugio para anunciar una triste noticia: la muerte de uno de sus compañeros pastores, Grisóstomo, que murió por el desengaño romántico con la pastora Marcela. Se nos abre la técnica de la narración enmarcada (un relato dentro de la historia principal), con la historia de Grisóstomo y Marcela. Grisóstomo era un estudiante de Salamanca, hijo de un hidalgo, que se hizo pastor para intentar conquistar a la bella Marcela (un amigo suyo le acompañó, Ambrosio). Se le daba muy bien la astrología, don que usaba para ayudar a su familia con las cosechas. También era compositor de coplas y autos. Marcela, por su pare, era hija de un rico que al morir pasó a ser custodiada por su tío. No quería matrimonio, ya que esto le impedía estar en constante armonía con la soledad, la libertad y la naturaleza, por lo que rechazaba a todos los desafortunados pretendientes que morían de amor por ella. Además, es tachada de altiva (aunque luego veremos que no es lo que parece). Esto me recordó un poco al amor cortés, donde Grisóstomo es el joven enamorado y sufrido, y la pastora la dama cruel que lo desprecia. Hay que destacar que, mientras el cabrero cuenta la historia de los pastores, don Quijote le va corrigiendo todos los fallos que tiene a la hora de hablar, clara referencia al lenguaje rústico que usaba este tipo de gente.

Don Quijote y Sancho, en su curiosidad y solemnidad por darle un último adiós al desafortunado pastor, deciden ir a su funeral. Es en el capítulo trece donde se ponen en camino. Yendo al entierro se encuentran con un grupo de pastores que también van a despedirse de Grisóstomo, por lo que se unen todos en un gran grupo. Vivaldo, un gentil hombre a caballo que los acompaña, hace migas con don Quijote, teniendo los dos una animada conversación sobre la caballería. Según Vivaldo, los caballeros andantes no se encomiendan a Dios en sus batallas, criticando que lo hacen a sus damas. Nuestro protagonista discrepa y le dice que tienen tiempo para encomendarse a los dos. Sin embargo, el jinete no está muy convencido y le dice al loco caballero andante que no todos tienen por qué tener una amada, a lo que don Quijote le responde que si no tienen una dama a quién rendir amor y voluntad, no son verdaderos caballeros andantes. Vivaldo descubre que nuestro caballero tiene una amada y le pregunta por su nombre. Al describir Quijote a Dulcinea, nos damos cuenta de que, en realidad, la está describiendo como a la mujer ideal renacentista (labios rojos, rubia y blanca de piel), toda una descriptio puellae que encontramos en Garcilaso, en los dos cuartetos de su soneto XXIII 'En tanto que de rosa y de azucena'. Así mismo nos encontramos referencias a La Celestina, e incluso a la Trotaconventos del Libro del Buen Amor, cuando don Quijote repasa la leyenda artúrica y aclara que la alcahueta Quintañona ejercía de mediadora entre el caballero Lanzarote (o Lancelot) y la reina Ginebra. 

Tras llegar al sitio del entierro, los pastores y nuestros protagonistas acuden a reunirse con el cortejo fúnebre, que se ve ya por las montañas. Una vez reunidos, Ambrosio decide quemar los escritos de Grisóstomo una vez concluido el entierro, a lo que Vivaldo se opone, cogiendo los últimos versos que el desgraciado compuso, argumentando que conservar esos poemas ayudará a Marcela a darse cuenta del mal que cometió. Este acto me ha llevado a una conclusión algo hipotética. ¿Se puede relacionar la quema de libros de caballerías con la quema de los escritos de Grisóstomo? En ambas escenas, dos personas se oponen a la quema de algunos de ellos (El cura y Vivaldo, respectivamente). Además, el cura se oponía a quemar los libros pastoriles, ya que no les hacían daño a nadie, pero el ama temía que una vez sanado el juicio de su señor, se convirtiera en pastor y fuera por los prados a componer tristes canciones de amor. Ya en el capítulo último, el catorce, Vivaldo pasa a leer los escritos de Grisóstomo que ha podido salvar del fuego. Nos volvemos a encontrar con una relación directa con el poeta renacentista Garcilaso. Así como Grisóstomo compone ''salga con la doliente ánima fuera'', Garcilaso reza ''echa con la doliente ánima fuera'' en su égloga dos. 

Cierra la segunda parte la aparición asombrosa de la pastora Marcela, que hace acto de presencia cuando Vivaldo se dispone a seguir leyendo. Este encuentro deja a todos boquiabiertos. Y el hecho de que se hiciera notar encima de las rocas y que su belleza deslumbrara a los presentes, me hace pensar que hay dos claras referencias en esta parte: por una parte, el amor cortés que comentaba antes (la mujer como un dios), pero por otra, parece como si fuera una aparición virginal (recordemos que las apariciones virginales están casi siempre relacionadas con pastores y paisajes naturales). Marcela viene a defenderse, argumentando que es inocente porque ella desde el primer momento dejó claro a sus pretendientes que ella prefiere estar sola y sentir el espíritu de la naturaleza (esto me recuerda a las amazonas o las ninfas), además de defender el amor verdadero como algo natural y no como algo forzado. ¿Puede ser que Marcela tenga tintes feministas? El hecho de manifestar su ansia por la soledad parece que solo se refiere a su goce por vivir sin ataduras, esperando el amor cuando tenga que llegar. En conclusión, toda una avalancha de referencias renacentistas que permiten destripar la obra todavía más.

Estructura desde el capítulo IX al XIV:
IX. Hallazgo del manuscrito de Cide Hamete y segunda parte de la aventura del vizcaíno.
X. Conversación entre don Quijote y Sancho.
XI. Encuentro con los cabreros y canción de Antonio.
XII. Historia de Marcela y Grisóstomo.
XIII. Funeral de Grisóstomo (I)
XIV. Funeral de Grisóstomo (II)

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