viernes, 8 de mayo de 2015

Sor Juana Inés de la Cruz, la heroína indomable que quería aprender



Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695) fue una poetisa mexicana que vivió durante el siglo XVII. Reconocida como una de las grandes mujeres de letras de su época, dedicó toda su vida al aprendizaje y al estudio de las humanidades. Defendió el derecho de la mujer a expresarse como quisiera y a escribir, aspecto oscurecido en una época en la que la mujer no tenía el privilegio de ir a la Universidad. Acostumbrada al enfrentamiento literario, no cesó en anunciar a los cuatro vientos que, aunque no seamos perfectos, siempre merece la pena luchar.

De padre escurridizo, tuvo una relación especial con su abuelo materno, quien se ocupó de su formación intelectual durante su niñez. Es curioso que, siendo un hombre culto, no se ocupara de la educación de su hija, la madre de nuestra autora, ya que era analfabeta. Entusiasmado con su nieta, observó como desde pequeña mostraba signos de aspirar a ser alguien especial. Juana se pasaba las tardes enteras devorando los libros que su abuelo tenía en su pequeña biblioteca. Es ahí donde empieza a tener el primer contacto con las letras y donde decidió su primera gran vocación: aprender. Se caracterizaba por ser alguien solitaria, con una personalidad bastante aislada, influida por los grandes tormentos que había pasado en la infancia. Su madre, consciente del talento de su hija, la mandó inmediatamente a aprender a leer y a escribir. A la vez que disfrutaba de su pasión, conocía las labores del hogar propias de la mujer, como el bordado. Eran tantas las ganas que tenía de conocer que dejó de comer queso porque creía que la volvería tonta, y que se cortó el pelo como castigo por no satisfacer sus ansias de conocimiento.

Su familia la envió a casa de unos parientes acomodados en la gran ciudad, por donde la sabiduría de la ''niña prodigio'' se hacía sonar cada vez más. En uno de los encuentros sociales, conoció a la virreina Leonor Carreto, virreina de Nueva España, quien se interesó por su don y le ofreció ser dama de honor en la Corte. Allí, Juana asistiría a las reuniones poéticas donde las grandes figuras cultas del momento intercambiaban cultura. Negado su derecho de ir a la Universidad, Juana decidió ingresar en el Convento de Santa Paula de las monjas Jerónimas, dada su vocación de salvación y su pasión por el estudio, ya que pensaba que si contraía matrimonio esto supondría un obstáculo para seguir su vía de conocimiento por las constantes ocupaciones de la vida familiar. En la vida del convento había tiempo para todo: las labores religiosas, la meditación en soledad y el incesante estudio literario que a ella le llenaba de vida. En su celda tenía de todo: desde infinitos volúmenes llenos de conocimiento hasta instrumentos de música y astronomía. 

Es en 1680 cuando se abre su etapa más productiva, la de mayor madurez, pero simultáneamente la de más polémica y controversia. Por aquellos tiempos, llegaron a la Nueva España nuevos virreyes, los marqueses de La Laguna. Lo que se publica primeramente de Sor Juana es la Inundación castálida. Aparece en Madrid en 1689 y se debió a la marquesa, María Luisa Manrique de Lara, que se hizo admiradora y amiga de la monja. El primero sueño fue la obra magna de Sor Juana, ya que tenía mucha complejidad y tenía casi 1000 versos, de tipo filosófico-científico. En la literatura española del Siglo de Oro no encontramos nada parecido a esta composición poética. Es el alma humana la que Sor Juana sitúa como aventura del conocimiento. El alma, como personaje, no tiene sexo y va en una aventura en busca del saber. Sin embargo, fracasa porque el entendimiento humano es limitado. Ella convierte ese fracaso en victoria porque saca una lección y nos dice que no importa que fracasemos porque lo importante es el intento y esfuerzo que uno haga por conseguir lo que se desea. Cierra con ‘dejando a luz más cierta, el mundo iluminado y yo despierta’, lo cual quiere decir que es una mujer la que ha dicho todo esto. Es una defensa también del derecho que tenía la mujer a la intelectualidad. En la Carta Atenagórica, la monja refuta las opiniones del jesuita portugués António Vieira sobre los favores de Dios. El obispo de Puebla le manda una carta, bajo el pseudónimo de Sor Filotea de la Cruz, donde le llama la atención por su atrevimiento. Sor Juana le contesta con una respuesta donde defiende su derecho a expresarse y a pensar. Lo que más le interesa es saber, pero es un personaje muy particular, porque se presentaba como alguien a quien los desafíos le importan muchísimo. Se enfrenta a todas las grandes figuras de su época y puede con todos. Toda su vida tuvo quien la apoyaba y quien la atacaba, pero no se aterrorizaba porque siempre había defendido sus derechos como mujer para escribir. 

Con intención de ampliar la información aquí sintetizada, recomiendo al lector estos vídeos sacados de YouTube, donde se da una gran cantidad de materiales literarios e históricos para la amplificación del estudio de esta autora:

PARTE 1

PARTE 2

PARTE 3

PARTE 4

PARTE 5

PARTE 6

No hay comentarios:

Publicar un comentario