viernes, 15 de mayo de 2015

El mester de clerecía, punto central entre el juglar y el poeta latino culto




El mester de clerecía se caracteriza fundamentalmente por ser una literatura de clérigos, aunque ese término no tenía nada que ver con la religión. En la Edad Media, surgieron los llamados clérigos escolares, que gracias a su interés habían conseguido recursos para formarse en disciplinas nuevas, como el Derecho. Ya que no tenían la necesidad de ser religiosos, conocían mundo y cultura, a diferencia de los monjes, que pasaban toda su vocación en el monasterio de clausura. Estos clérigos escolares, sacerdotes seculares la mayoría, tenían más facilidad para moverse y eran formados en el trivium (gramática, dialéctica y retórica), quadrivium (aritmética, geometría, música y astronomía), teología y Derecho. A pesar de que podía existir clérigos laicos, el centro de cultura residía en el monasterio. Sin embargo, los clérigos escolares entraron en una disputa con los clérigos tradicionales, ya que estos últimos argumentaban que el exceso de sabiduría podía crear demasiada soberbia, lo que significaría que alguien podía sublevarse contra Dios y equipararse a él, como en su día hizo Lucifer. Es precisamente este uno de los temas de los que tratan los libros de Apolonio y Alexandre, dos obras clave de la primera mitad del siglo XIII y del mester de clerecía. 

Aunque siempre se comparan mester de clerecía y mester de juglaría, si es verdad que tienen más diferencias que semejanzas, empezando por el nombre: ''mester'' significa ''oficio'', por lo que ''mester de clerecía'' significa ''oficio de los clérigos'', mientras que el ''oficio de los juglares'' se reserva para el término ''mester de juglaría''. El mester de clerecía se establecía en un punto central respecto al mester de juglaría y a la literatura latina. De ésta última copió los recursos retóricos (como el hipérbaton), la sintaxis y los temas latinos. Por otra parte, del mester de juglaría copió las fórmulas de llamada de atención (''cómo sabéis...''), los refranes, las frases coloquiales y el tono humorístico. También copió un detalle fundamental: la escritura en castellano, ya que pensaron que así podían acercarse más al pueblo y lograr uno de sus objetivos con total seguridad: la propaganda. Con toda esta mezcla cultural, el mester de clerecía estableció una diferencia firme respecto al mester de juglaría para que no se comparara a los clérigos con los juglares, por lo que decidió usar un verso distinto al del cantar de gesta: la cuaderna vía. Esta novedad presentaba una medida matemática, una rima consonante y el fenómeno de la dialefa (separación de sílabas, lo contrario de la sinalefa, propio del cantar de gesta). El cantar de gesta, por su parte, se caracterizaba por tener una medida irregular y una rima asonante. Fue tanto la diferencia que separaba a los versos que solo quedaron algunas semejanzas entre la cuaderna vía y el verso épico: dos hemistiquios que le dan al verso el don del arte mayor. 

Como antes hemos dicho, el mester de clerecía del siglo XIII nos ha dado dos obras fundamentales: El Libro de Apolonio y el Libro de Alexandre. A éstas, debemos añadir otra más en este mismo siglo: los Milagros de Nuestra Señora, de Gonzalo de Berceo, que roza la segunda mitad del XII. Finalmente, el mester de clerecía fundamental se cierra con la didáctica obra del Libro de Buen Amor, del Arcipreste de Hita, ya en el siglo XIV. Al Libro de Apolonio se le suele clasificar dentro de la novela bizantina, ya que es una novela de peripecias pero que acaba produciendo una moraleja. Este género tendrá una gran influencia en la literatura española, llegando incluso a calar hondo en Cervantes, que prefería este género a la novela de caballerías, género que lo había llevado al éxito con El Quijote. El Libro de Apolonio tiene muchas similitudes con el Libro de Alexandre. Los dos pertenecen a la misma escuela (el mester de clerecía), están escritos en castellano de Castilla y versados en cuaderna vía. Sin embargo, aunque las dos obras narran la vida de un rey de la Antigüedad (Apolonio y Alejandro Magno, respectivamente), las dos historias siguen caminos distintos. Los dos reyes pecan de soberbia, dándose cuenta al final de la obra de su falta de humildad. Ambas obras coinciden en la enseñanza de que la sabiduría no lo es todo; al contrario, puede acabar volviéndose en contra de la rectitud moral, ya que el hombre puede caer en la vanidad. Es más grave la historia de Alejandro, ya que Apolonio acaba reconociendo su mal y salvándose. La Naturaleza, sabia, pide permiso a Dios para castigar al soberbio Magno, ya que ha intentado sobrepasar los límites humanos queriendo volar y explorar el fondo marino. Finalmente, el carácter trágico del libro sentencia el envenenamiento del héroe militar, que, a pesar de ser educado y formado por Aristóteles, no ha sabido mantener su prudencia. Lo curioso de estas dos obras es que, siendo historias paganas, están orientadas a la enseñanza cristiana del mester de clerecía, ya que tanto Apolonio como Alejandro han aprendido de sus errores, uno con la experiencia y otro con la muerte. Por lo tanto, el pecado queda limpio y sirve de ejemplo a los lectores: nadie puede ser como Dios.

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